Un 2 de febrero, en uno de los principales diarios a nivel
nacional se publicaba el siguiente artículo:
“Un día como hoy
Murió
Manuel Alberti
El 2 de febrero de 1811 murió el doctor Manuel Alberti,
patriota de las jornadas de Mayo de 1810 y uno de los religiosos que,
contrariando la decisión de sus superiores, estuvieron decididamente por la causa
de los criollos.
Alberti había nacido en Buenos Aires el 28 de mayo de 1763, donde cursó sus estudios eclesiásticos
y se ordenó de sacerdote en 1783. En 1785 se graduó de doctor en cánones en
Córdoba. Se encontraba desempeñando tareas religiosas en Maldonado (La Banda
Oriental) en 1806 cuando se produjo la invasión inglesa. Alberti fue desterrado
por los intrusos por ser sospechado de activa en su contra en complicidad con
los españoles.

Cuando sobrevienen los acontecimientos de Mayo, todavía Alberti
está ocupando ese cargo. Para entonces, su relación estrecha con Manuel
Belgrano, Juan José Paso, Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes y otros patriotas es
muy estrecha y se preparan para asumir la responsabilidad de los hechos que se
avecinan.
En el Cabildo Abierto el 22 de mayo Alberti es el primero en
apoyar con su voto una moción del doctor Juan Solá en el sentido de cesar en el
mando al virrey Cisneros. Alberti propone que su autoridad sea hecha recaer en
el Cabildo hasta la confrontación de una junta de gobierno que se haga cargo de
la conducción de los asuntos públicos.
Fue uno de los miembros –vocal- de la Primera Junta y redactor de la Gazeta
de Buenos Aires.
Solamente una vez votó en contra de las ponencias de sus
amigos en la Junta y fue con motivo de la decisión sobre el fusilamiento de
Liniers. Alberti se opuso, declarando que su condición de sacerdote le impedía dictar
este tipo de sentencia, pero además, manifestó con total franqueza que creía
mucho mas culpable de lo sucedido –complot para derribar a la Junta y reponer
un gobierno títere de España- al obispo Orellana por “instigador acérrimo de la
contrarrevolución” que a Liniers.
Aunque aceptó la decisión de agrandar la Junta con
nueve diputados de las provincias, opino en contra, porque esa incorporación serviría
nada más que “para crear una autoridad sin unidad de pensamiento y con
intereses y propósito divergentes”. Tenía razón y los hechos posteriores lo
comprobaron. Según Bartolomé Mitre, Alberti fue junto con Mariano Moreno “una
de las dos primeras víctimas de nuestras disensiones internas."